Cada persona tenemos un tempus natural, éste puede acelerarse o retardarse, dependiendo de momentos de nuestra vida, en los que estamos más abiertos o más bloqueados.
Os relato el cuento de un estudiante de medicina que solicitó convertirse en aprendiz en casa de un eminente médico para aprender, desde la praxis, el arte de la medicina.
En el diálogo en el que el doctor aceptó guiar en sus pasos al aprendiz, éste observó que era impaciente, lo que podría propiciar fallar en la observación de ciertos detalles más allá de la medicina, esos del factor humano, de saber quién tienes delante y actuar en el momento que acontece al paciente.
Tras deliberaciones y, viendo el doctor el entusiasmo del alumno, decidió aceptar el reto.
Pasado un tiempo, el aprendiz se sentía con la habilidad de actuar, junto a su maestro, para ir practicando el arte de atender y aliviar la enfermedad o malestares de los pacientes que se fueran acercando.
Llegó el momento en que el alumno tenía ganas de experimentar y, viendo una ocasión, le propuso al doctor hacer el trabajo compartido.
Llegó un paciente a la consulta del médico y, antes de entrar por la puerta, éste diagnosticó que con granadas sanaría su enfermedad. Al compartirlo con el alumno éste le pidió que le permitiera atenderlo él mismo, dado que ya le había informado del diagnóstico y así tomar acción recetándole. El doctor cedió a pesar de que prefería ilustrarle también en la forma de trasladar la receta al paciente.
Tan pronto como el individuo llegó llamó al timbre, el estudiante le atendió. Le hizo entrar y, una vez en la consulta, le dijo sin más :
Usted está enfermo. Tome granadas.
El paciente, estupefacto gritó ¿Granadas?, ¡las granadas se las comes usted! ¡vaya disparate!- y se marchó disgustado.
El joven, no entendía la reacción del paciente y preguntó al doctor si él podía explicarle su interpretación de lo sucedido.
El doctor le dijo que, cuando sucediera un caso similar se lo mostraría, desde su ejemplo, para que ésta vez él mismo aprendiese.
Un tiempo después los dos estaban sentados en el exterior de la casa cuando el doctor levantó su mirada y vió a un hombre que se acercaba, con el mismo ejemplo de necesitar granadas.
Esta vez, tal y como habían quedado, le atendió, en presencia del alumno el propio doctor.
Atendiendo al paciente, la conversación del doctor tomó esta forma:
"Puedo ver que es usted un caso difícil e intrincado. Déjeme ver... sí, usted necesita una dieta especial. Ésta deberá estar compuesta de algo esférico, con pequeños alvéolos en su interior, que crezca naturalmente. Una naranja...sería del color equivocado... los limones son demasiado ácidos.. ya lo tengo: ¡Granadas!"
El paciente se marchó encantado y agradecido.
El estudiante no salía de su asombro, por lo que le preguntó al doctor ¿Por qué no le dijo directamente " granadas"?
A lo que el doctor le respondió: Por que además de granadas, él necesitaba tiempo.
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