¿Qué nos indica esta emoción?
La tristeza nace de un sentimiento de pérdida (ya no lo tengo), algo se ha acabado: un trabajo, una relación, un cambio de piso, ciudad, aquél traje que nos sentaba tan bien, una muerte cercana... con el tiempo se va esta emoción, salvo que caigamos en depresión, una tristeza sostenida en el tiempo. Es una emoción que mostramos, puesto que lo acepta la humanidad. La tristeza es más fácil de fingir que la alegría.
La tristeza es una opción personal que elegimos en homenaje a otro. Se cura con aceptación. El tiempo y la conciencia la diluyen.
La tristeza siempre viene de una pérdida, por ejemplo, si estoy enfermo, tengo una pérdida de salud.
En realidad ha de durar poco tiempo, tiene un momento que ha de ser para que recapacitemos, para darnos un tiempo para pensar, y luego hemos de tomar el camino adoptado libres de tristeza.
De esta emoción podríamos decir que pensamos que tiene una “causa”. En cambio, de la emoción del miedo, decimos que es algo personal, como si pudiésemos elegir más fácilmente no sentir miedo que no sentir tristeza. Es un error, todas las situaciones que vivimos son neutras y nuestras emociones nacen, siempre, del interior, del diálogo interno ante tal situación, de nuestra interpretación. No existen causas externas para unas emociones y causas internas para otras.
Nos costará identificar la tristeza que sentimos si la asociamos con la falta de vida, con la apatía o con la falta de poder personal. Algunas personas, sobre todo las que son dinámicas y valoran mucho la energía y la alegría tienen un auténtico problema para reconocer la tristeza porque piensan que es una forma de muerte, de debilidad. Esto entronca con la idea de que “los hombres no lloran” o de que “no hay que mostrarle al otro que nos ha hecho daño”, porque asociamos que la tristeza nos hace vulnerables. Nos engañamos por miedo a la muerte, a la pérdida. Porque, además, sentir tristeza nos indica que debemos rendirnos y abandonar. Si una persona es muy luchadora, tendrá tendencia a negar sus tristezas. Las llamará por otro nombre, dirá que siente cansancio físico, o que está enferma o pensará que está enfadada.
La pena es una forma de tristeza más aceptada que la depresión.
Lo que nos impide renunciar, tanto si es a alguien o a algo, como a un trabajo, o a una oferta, es la tristeza de sentir que no va a haber un premio, una recompensa.
Nos han educado y educamos en este sistema: premiamos aquello que entendemos dentro de nuestro propio baremo de "bueno" y castigamos y/o censuramos aquello que consideramos en los lindes de nuestro baremo de "malo o inaceptable".
Cuando renuncias estás ejerciendo un gesto amoroso. Sientes una tristeza serena.
Llegamos a la renuncia porque no es bueno para nosotros. Buscamos el bien para otros y también para nuestra paz interior.
Renunciar es complicado, nos da tristeza y no tenemos ninguna garantía de éxito.
Es una forma muy elevada de amor, es un acto de amor hacia otros cuando nos privamos de algo por alguien, o un acto de amor hacia nosotros, cuando renunciamos a algo que creemos de derecho propio y la travesía para recobrarlo va a ser con una balance superior de pérdidas energéticas y emocionales.
Vendrá al final la recompensa, no es inmediato. Podemos soltar la rabia con renuncia, para un bien mayor, por ejemplo: no me peleo con mi suegra por amor a mi marido/mujer que nos quiere a los dos.
La renuncia también la podemos entender como una manera inteligente de gestionar, cuestionarte y reflexionar si la contienda va a merecer la pena. Por ejemplo, estás ante una repartición de bienes, un cierre de negocio, o un divorcio. Si haces balanza, podrás observar, desde la tranquilidad, la mejor manera de soltar eso que te vaya a encerrar en el "episodio rabia" durante más tiempo del que esa emoción te pueda ser útil. Más allá de resolver, la rabia te lleva a un infierno de llamaradas internas con un recorrido bastante traumático, tanto física como emocionalmente.
Y ahora te pregunto, ¿crees que vale la pena, o mejor dicho, es inteligente sabotear tú mism@ tu salud? De nada sirve que sigas excusándote en términos de "justicia", pues serás el/la primer@ en ser injust@ contigo mism@.
La emoción que provoca la renuncia es la tristeza.
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