Una metáfora que se repite a lo largo de todas las generaciones. La deficiente toma de consciencia de sutiles amenazas que se producen ante objetivos personales y empresariales es la causa de muchos fracasos. Ocurre como en la parábola de la rana.
Nuestra mente está tan sintonizada a percibir sólo en secuencias de menos de 34 repeticiones por minuto, que los procesos más lentos y graduales no los percibimos.
Si pones una rana en una olla de agua hirviendo inmediatamente saltará. Pero si pones una rana en una olla con agua a temperatura ambiente y no la asustas, seguramente se quedará muy tranquila. Si entonces elevas la temperatura de 20 a 25 grados, la rana estará muy satisfecha. A medida que vayas elevando la temperatura lenta y gradualmente la rana se va aturdiendo y no salta. Cuando el agua está muy caliente ya no está en condiciones de saltar aunque nadie se lo impida. Si sigues calentando, muere y finalmente hierve.
¿Qué ha ocurrido?
El aparato neurológico de la rana está preparado para detectar amenazas a cambios repentinos en el medio ambiente. No para cambios lentos y graduales.
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